Comenzamos un año nuevo y con él las felicitaciones y los maratones de buenos propósitos que -inevitablemente- todos nos hacemos. Mientras tanto en nuestro taller apuramos los últimos detalles para que los regalos encargados por los Reyes lleguen a tiempo; nuestros bolsos, libretas, carteras, portadocumentos y accesorios en piel llegarán a muchos hogares, y con ellos un trocito del valor artesano gallego que respira un oficio con más de tres siglos de historia.
Una historia hoy casi olvidada que -como propósito de año nuevo en Cabuxa– hemos querido recuperar de forma breve en este post. Porque aunque hoy no somos conscientes, el viejo oficio de la curtiduría en nuestra tierra fue de enorme importancia para el impulso de la labranza (arneses, correas, atalajes), la albardería (cinchas, sillas de montar, albardas, alforjas), guarnicionería (cartucheras, bolsas, maletas) y la fabricación de objetos de uso común: vestimenta, calzado, piezas de estanqueidad para embarcaciones, correas de transmisión… En una época (mediados s. XVII) donde las aldeas carecían de casi todo, el oficio del cuero se hizo indispensable y se desarrolló íntimamente ligado al mundo rural para atender las necesidades de herramientas y en no pocas ocasiones, como complemento a los ínfimos ingresos de los labriegos. La actividad del curtido se extendió por toda Galicia especialmente en zonas del sur e interior como Cea y Allariz, en Ourense; Noia y Santiago en A Coruña; Vilalba y Chantada en Lugo y Soutomaior, Villagarcía y Tui en la provincia de Pontevedra.
Hacia el siglo XVIII aparecen en Galicia las primeras fábricas de curtidos como respuesta a la creciente demanda del mercado rural y cada vez más a las necesidades de otras industrias. La centralización de todos los procesos, la especialización y profesionalización del oficio junto con la contratación reglada de trabajadores asalariados, fueron decisivos para el impulso de la curtiduría en Galicia que hacia 1857 se sitúa como la primera productora en la elaboración de productos derivados del cuero.
Aquellos primeros asentamientos dispersos y rudimentarios habían evolucionado de forma gradual en modernos centros especializados que en el siglo XIX se convirtieron en referentes de la actividad industrial en nuestro país. Años más tarde, con la llegada de pieles de las colonias americanas independizadas, la competencia creciente y los distintos conflictos civiles del siglo XX, se ralentizó la modernización de las tenerías en Galicia hasta su total detrimento.
En la actualidad son muchas las referencias a aquella floreciente industria que podemos encontrar en pequeños pueblos del rural gallego. Algunas viejas curtidurías como la fábrica de La Florida en Neda (A Coruña) y la fábrica de San Isidro o Nogueiras en el concello de Allariz (Ourense) han sido reconstruidas. Precisamente esta última alberga el afamado Museo del Cuero y un taller artesano de marroquinería, un espacio de referencia en los encuentros del sector del cuero que reúne a artesanos de todo el mundo. Hoy constituyen el patrimonio de un oficio centenario cuya memoria y tradición continúa vigente en talleres artesanos que como Cabuxa han sido reconocidos con el sello “Artesanía de Galicia”.